La historia de Fidel Bassa es distinta a la de la mayoría de boxeadores. No tiene tintes de tragedia con borracheras y prostitutas. Hoy en día es un empresario exitoso
La historia de Fidel Bassa es distinta a la de la mayoría de boxeadores. Su historia no tiene tintes de tragedia, no hay bazuco, no hay borracheras, no hay noche ni prostitutas. Bassa es un campeón completo. Sólo hizo hasta cuarto de primaria, pero hoy en día es un empresario exitoso y un lector infatigable y su mayor sueño es construir un colegio para los niños de su barrio.
Fidel se baja de su campero Nissan Terrano y con doce pasos acelerados queda plantado frente a su contrincante, le cierra la salida frontal con el cuerpo, adelanta la pierna izquierda y, como en sus viejos tiempos, se agacha en posición de ataque a la zona media. De inmediato, con la mano derecha, le arranca un pedazo de plástico y, sin perder la postura, mira a la persona hasta entonces a cargo de la operación y le dice:
-Se nos iba sin tinta, hombre.
Sin soltar la corbata de la mano izquierda, se levanta y le pide cinco minutos al conductor del camión que espera el visto bueno del gran jefe. Adjunta la tinta de la impresora, revisa la documentación de salida, la orden de entrega y, antes del tiempo solicitado, el vehículo desaparece rumbo a la sede del Ejército Nacional con una fotocopiadora último modelo semiforrada en plástico. Se lleva a su empleado a un lado y lo arrincona contra las cuerdas. Yo, que estoy con él desde la madrugada, tengo que oír la sentencia:
-Todo tiene que quedar listo el día antes, incluyendo la contratación del transporte.
Mira -y señala el reloj en su muñeca izquierda-: son las 9.32 de la mañana y la máquina quedamos de entregarla antes de las diez. A mí no me gusta incumplir...
Minutos después, sentado en la cómoda silla negra, Fidel Bassa Santana ríe a mandíbula batiente mientras escucha las aventuras que le cuento sobre un conocido ex deportista. Está a sus anchas en el interior de su oficina en el segundo y último piso de la edificación de color ocre, ubicada en el norte de Bogotá. La corbata ya cuelga del cuello. Ahora es un tipo alegre y mamador de gallo, diferente del Bassa que conocí una tarde de sábado de 1981 en el barrio La Magdalena de Barranquilla, cuando vomitaba en el ring luego de su primer y desastroso combate: había llegado con la panza llena de arroz porque creía que así tendría más fuerza. Aquel era un joven serio, incapaz de sonreír, que a punta de esfuerzo, con más coraje que técnica, conquistó el 13 de febrero de 1987 la cúspide: el título como campeón del peso mosca de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB).
Unos días antes de mi viaje a Bogotá, Miguel "Happy" Lora, campeón mundial del peso gallo y uno de los tres mejores púgiles de la época, me dice que Bassa "era fajador, agresivo, de mucho coraje. Un chico con disciplina suprema. Un aguerrido que le gustaba la zona de candela. Un guapo". Billy Chams, su apoderado como púgil, prefiere describirlo como lo hace Ramón "Curro" Dossman, el entrenador panameño que lo tuvo a cargo a mediados de los años ochenta: "No es el mejor del grupo, pero llega primero. No tiene técnica, pero sí corazón". El ex campeón escucha las opiniones y coincide conmigo en que el público -de igual manera- lo recuerda más como un boxeador que sufría para ganar, sobre todo por sus dos dramáticas caídas en Belfast, en su primera defensa, en que se levantó para noquear en 13 asaltos al retador local Dave "Boy" McAuley en una de las peleas que hoy en día tiene más fans en Youtube.
Esa vez -recuerdo-, Édgar Perea, hoy embajador en Sudáfrica y el encargado de narrar el combate para Caracol Radio, dijo al terminar el asalto 12 que "... La pelea llega al final. Fidel lo da todo, pero el título cambia de manos hoy en Belfast, con esas caídas". Hugo Illera, el comentarista, decía que si bien el límite de las peleas se bajaba a 12, ésta se firmaba a 15. "Entonces, caballero -retomó la palabra Perea-, en este asalto 13 Fidel sale a liquidar...". Y lo hizo, pero con tanto drama que, mucho tiempo después, la noche del 15 de mayo de 1988, en la recepción de un hotel de Cartagena, una dama antioqueña, esposa de un promotor de boxeo, antes de salir a la plaza de toros para ver la pelea mundial de Miguel Maturana, le dijo: "¡Oiga, usted me va a matar del corazón con tantas caídas!".
Bassa recuerda la historia y suelta otra carcajada. Su oficina tiene 35 metros cuadrados, casi las mismas dimensiones de un cuadrilátero y tal vez por eso siempre se encuentra a sus anchas. Tres cinturones de monarca del ring, cuatro placas de reconocimientos, dos caricaturas de su figura de campeón y dos trofeos -uno de ellos como Deportista del Año de 1987 otorgado por el diario El Espectador-, son los símbolos que recuerdan en este escenario de ejecutivo su paso glorioso por los ensogados. Pero no están solos, sus trofeos se encuentran rodeados por una tonelada de enciclopedias y material didáctico: los productos de venta de una de sus líneas empresariales. Sobre el escritorio, unas tarjetas de presentación personal, con foto, registran que es el gerente general de Mundo Científico, empresa dedicada a distribuir material educativo y cultural y al servicio completo de las fotocopiadoras.
"La entrega de la fotocopiadora era lo único pendiente del día", me dice. "Hoy sábado es un día suave como para atender a un periodista bacano", y lanza su puño derecho para estrellarlo con el mío.
Bassa abre un paquete recibido en la víspera. un fanático londinense le había enviado videos de varias peleas suyas. Mientras revisa el material, llega José Ignacio Delgado, su asesor en la tarea de estructurar Mundo Científico -la empresa de 25 empleados, cuya instalación adaptó a su gusto el propio ex deportista: con una recepción, bodega de cien fotocopiadoras, laboratorio, cuatro oficinas independientes de la suya y una sala de juntas-. "Él asegura que no se quiere dejar noquear de la vida", dice Delgado. Esa frase se la escuché varias veces a Fidel: fue el motivo de su ingreso en el mundo de los negocios, cuando perdió el título frente al venezolano Jesús "Kiki" Rojas, el 30 de septiembre de 1989, en Barranquilla.
-Sabía que tenía que hacer algo fuera del deporte -afirma Bassa-. Me dije: Si me quedo sin hacer nada me gasto lo que me gané tirando trompadas. ¿Pero qué podía hacer? Yo apenas estudié hasta cuarto de primaria y había trabajado únicamente tirando machete en el campo y vendiendo arepa de huevo en Luruaco (Atlántico) y pescado por las calles de Barranquilla.
Para hacer algo, montó una compra-venta en la capital del Atlántico, viajó a Panamá para negociar telas con su antiguo promotor Chams e importar carros, neveras y televisores de Estados Unidos. Pero todavía no se sentía satisfecho y por esos días Editorial Planeta le ofreció, a comienzos de 1991, el cargo de relacionista público, al lado del ex futbolista Willington Ortiz y del ex ciclista Martín "Cochise" Rodríguez. Había sueldo, comisión por venta y viajes.
Como su jefe de prensa hasta la pelea consagratoria, me tocaba forzarlo para que diera declaraciones. En junio de 1991, cuando Fidel vivía en Cali, lo invité a Buenaventura, sede del Torneo Nacional de Boxeo, con la seguridad de que podía hacer un gran negocio en Colpuertos como relacionista público. En esa época tocaba una puerta y la puerta se abría solo con su nombre. Un ejecutivo hizo la fabulosa venta. Pero Bassa, frente al auditorio, no dijo ni "mu".
-Me daba miedo equivocarme -dice este hombretón nacido hace 46 años en El Retén (Magdalena)-. Hasta ese entonces solo leía de deportes y eso de vez en cuando. No me gustaba la lectura ni tuve tiempo de que me gustara en el colegio, pero con Planeta viajé a varias ferias del libro y comencé a leer. Me di cuenta de que leyendo uno puede expresarse más fácil..
Antes, recuerda Fidel, fue vital que Billy Chams lo invitara todos los días, antes de su primera pelea mundialista, a almorzar a casa de su tía, la poetisa Meira del Mar (Olga Chams). Ella le hablaba sobre la importancia de las letras y la lectura. Por su lado, su entrenador, "Curro" Dossman, lo obligó a recorrer museos en una gira por Europa luego de la primera defensa en Belfast. "Todo te lo llevas en la mente y te sirve para el futuro", le dijo el viejo.
-Ahora es un tigre hablando -dice Johan Mateus, socio en una empresa digital que Bassa planea abrir-. Es un negro duro. He visto que cuando se hace difícil para cualquiera cerrar una venta, el ejecutivo dice: "Cuidado y te traemos a Bassa. Mira que los guantes están guindados". Y si llega, concreta el negocio.
Cuando fidel se percató de que por fin, en 1994, tenía la "lengua suelta", abrió su propio negocio editorial bajo el nombre de Editores Mundiales y contrató al ejecutivo de ventas de Planeta que lo acompañaba en cada visita. Comenzó con libros y luego amplió el negocio a laboratorios estudiantiles y a material didáctico. En Francia, en uno de sus primeros viajes como ejecutivo, lo atendió el presidente de la firma Pierrot y lo incluyó entre sus distribuidores en Colombia. Empezó a traer material de España y de Estados Unidos y aprendió a nacionalizar la mercancía. Hace cinco años, por consejo de otro ex boxeador y actual presidente del Senado, Javier Cáceres Leal, trasladó sus oficinas a Bogotá.
Cuando fidel se percató de que por fin, en 1994, tenía la "lengua suelta", abrió su propio negocio editorial bajo el nombre de Editores Mundiales y contrató al ejecutivo de ventas de Planeta que lo acompañaba en cada visita. Comenzó con libros y luego amplió el negocio a laboratorios estudiantiles y a material didáctico. En Francia, en uno de sus primeros viajes como ejecutivo, lo atendió el presidente de la firma Pierrot y lo incluyó entre sus distribuidores en Colombia. Empezó a traer material de España y de Estados Unidos y aprendió a nacionalizar la mercancía. Hace cinco años, por consejo de otro ex boxeador y actual presidente del Senado, Javier Cáceres Leal, trasladó sus oficinas a Bogotá.
-Aquí hay más oportunidades --me dice.
Su rutina aún es como la de su época de boxeador: se levanta a las cuatro de la mañana y eleva una oración a la Virgen de Guadalupe. Solo que ahora, en vez de trotar, prende el computador en la sala de su apartamento: lee las noticias y mira cómo amanecen el dólar y el euro. "Tengo dos hijas en España y debo enviarles plata", dice para referirse a Ana María (19 años) y Ana Cristina (12), sus dos últimos hijos de cinco en total (los tres primeros, todos varones, de su primera relación, viven en Barranquilla). Shirley Castillo, la última de sus tres esposas y directora comercial de Mundo Científico, me dice que Fidel "es un hombre serio de lunes a jueves, metido en su trabajo, no toma ventaja en los negocios. El fin de semana es un hombre de hogar y con buen genio. Antes era mujeriego -lo sé por sus historias-, pero tenemos una relación de respeto y no tengo reproches. Es cariñoso y todos los días habla con las niñas".
Él mismo abre las puertas de su empresa, todos los días, diez minutos antes de las ocho, de lunes a viernes. En un día cumple varias citas dentro y fuera de la oficina, realiza llamadas, revisa las impresoras y mira en el computador las ofertas del mercado para comprar fotocopiadoras.
-Así como tenía a mis rivales en mi cabeza en el pasado -dice-, también tengo en la cabeza el negocio. Eso es claro. Si no sabemos qué queremos, tampoco vamos a saber a donde queremos llegar. Para mí no hay nada difícil. Soy capaz de irme a una feria de fotocopiadoras en Nueva York y comprar los programas para aprender. Hoy la empresa ofrece el servicio de outsourcing. Hacemos estudio gratis a cualquier compañía y le mostramos que con nosotros le sale más barato cada hoja impresa y no se devalúa ningún equipo.
-Señor gerente -bromeo-: Te apuesto a que te noqueo con esto: ¿Qué hacías un día como hoy (15 de agosto) y también sábado, hace 22 años?
Bassa se ríe nervioso. Se levanta del sillón y, con sus pasos acelerados de siempre, se asoma al ventanal que da a la calle. Mide los mismos 168 centímetros pero pesa 64 kilos, 13 por encima de su época de campeón.
-Me rindo, ¿qué pasó?
-La segunda defensa del título frente al panameño Hilario Zapata. El empate en Ciudad de Panamá.
-¡Casi nos matan! -dice.
Esa vez, al público panameño le desagradó el fallo de los jueces, un empate que le permitió retener con éxito el fajón, y le lanzó toda clase de proyectiles al cuadrilátero. A Bassa y a un nutrido grupo de colombianos nos tocó meternos debajo del entarimado durante una hora. Ahora no tiene necesidad de esconderse de nadie. Atiende a cuarenta empresas. Espera subir pronto a cien en el negocio de las fotocopiadoras. Quiere, además, motivar a la lectura de libros y ver, como ha visto en París, a los niños tirados en los parques leyendo un libro. "La juventud cree que todo es Internet", dice negando con la cabeza. Ahora, uno de sus grandes proyectos consiste en crear una Biblioteca Deportiva Siglo XXI.
Y su sueño más grande es crear más empresas para generar más empleos y reunir suficiente dinero para regalarle un colegio dotado de todo, como jamás lo tuvo él, a la niñez pobre de El Bosque, el barrio subnormal de Barranquilla, de calles empinadas y destapadas, donde creció.
-Con el estudio -dice- ningún joven se va a dejar noquear por la vida. Él, por ahora, está invicto en esa pelea.