Frases del dia

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lunes, 5 de septiembre de 2016

º de marzo de 1914 - Muere trágicamente el primer sportman argentino

AMAINARON GUAPOS JUNTO A TUS OCHAVAS, CUANDO UN CAJETILLA LOS CALZÓ DE CROSS...”
(Tango “Corrientes y Esmeralda” de Celedonio Esteban Flores)
          Jorge Newbery (nació el 27 de mayo de 1875) era descendiente de una familia inglesa acomodada residente en el condado de Berkshire (Gran Bretaña), que prestaban servicios editoriales a la reina Isabel.
Su padre fue Ralph Newbery, un odontólogo inmigrante que llegó a nuestras tierras desde Estados Unidos, luego de navegar tres meses en una pequeña embarcación a vela. En la Argentina se casó con Dolores Malagarie, una aristocrática dama de la ciudad de Buenos Aires, con quien tuvo tres hijos: Jorge, Eduardo y Ernesto.

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Newbery estudió en la escuela escocesa San Andrés, de Olivos, en la provincia de Buenos Aires. En 1890, viajó a EE.UU. a visitar a su abuelo quedándose a estudiar por aquellas tierras, donde en 1895 se graduó de ingeniero electricista en el Drexel Institute de Filadelfia, asistiendo a las clases magistrales que dictaba Tomás Alva Edison. 
De regreso a Buenos Aires es nombrado Director General de Alumbrado Público de la Ciudad, por el intendente Adolfo Bullrich en 1900, siendo el encargado de instalar el alumbrado para los grandiosos festejos del Centenario de la Revolución de Mayo (1910), donde se realizaron también variadas actividades deportivas. Como funcionario, Newbery luchó denodadamente contra los excesos de las compañías privadas de electricidad que en esa época ya estaban cuestionadas por la opinión pública. También asesoró a distintas ciudades del interior del país para la colocación de su alumbrado público. Entre ellas, Río Cuarto, en la provincia de Córdoba.
La familia Newbery estuvo signada por las tragedias. El padre, Ralph, murió de frío mientras buscaba oro, el 25 de abril de 1906 en Tierra del Fuego. Alguien lo recogió y lo sepultó en el cementerio de Río Grande. El hermano de Jorge, Eduardo, su compañero de aventuras en el boxeo y en los vuelos, en octubre de 1908,desapareció en el aire junto al sargento del Ejército Argentino, Eduardo Romero, cuando iban en el legendario globo aerostático “Pampero”.
El pionero de estos viajes en globo había sido Aarón de Anchorena,  quien el 25 de diciembre de 1907 levantó vuelo en el “Pampero” acompañado por Jorge Newbery, desde la sede de la Sociedad Sportiva Argentina, cruzando el Río de La Plata hasta la orilla de Colonia, en el Uruguay. Pese a las malas condiciones climáticas descendieron en un lugar denominado “paraje Campana”, a unos 20 Km. de Colonia.
Casado con Sara Escalante (luego divorciado), Newbery, fue un polifacético deportista, que se consagró campeón argentino de florete en 1901 y luego sudamericano, logrando al año siguiente batir un récord de velocidad en un bote a remos.
Junto a sus hermanos concurría a practicar natación en la primera pileta cubierta de Buenos Aires, en Balcarce 250. Se destacó como un gran nadador y futbolista en el club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA), siendo además elegido el mejor rugbier de 1904.
Entre sus títulos deportivos se cuenta un certamen de boxeo en los clubes Atlético y Germani Gimnasium, en Londres, y un campeonato de lucha grecorromana en nuestro país. Fue uno de los iniciadores del béisbol en el Buenos Aires Béisbol Club, entidad fundada en 1888 y que se extinguió rápidamente.
Newbery 2
Pero es el boxeo el deporte en el que Newbery (con solo 21 años) más influye, ya que es quien corrige la forma de practicar esta actividad en Buenos Aires. Newbery elimina la forma francesa (llamada savate) de utilizar las piernas para pegar sobre el rival, lo que hasta entonces estaba permitido. Esta nueva forma, sólo con los puños, la había observado durante sus estudios en los Estados Unidos de Norteamérica.
Como el Boxeo estaba prohibido en la ciudad de Buenos Aires  (como alguna vez ocurrió con el pato y el automovilismo), él lo practicaba en forma oculta en la quinta de Carlos Delcasse, ubicada en el cruce de las actuales calles Sucre y Arcos del barrio de Belgrano. Pese a la diferencia de edades, Newbery y Delcasse, que tenía 44 años, se enfrentaron dos veces, con un triunfo para cada uno.
La “quinta de los perfectos locos” como era llamada por los vecinos la casa de Delcasse era el lugar en donde cruzaban los guantes de ocho onzas personajes como Viale, los tres hermanos Newbery, los Nocetti, Wilkinson, Webster, el juez Klappenbach, el Dr. Gondra, los Villar Sáenz Peña, Vidal Freire, Hardtmouth, Cano, Jorge Mitre, Storni, de Cires y Alemandri, entre otros. Pero Newbery los dominaba a todos como así también a otros famosos de la época en los barrios como Santiaguito, a Percival o a cuanto marinero extranjero que se animaba a cruzarle guantes.
Newbery además promocionaba esta nueva actividad en los galpones del Mercado Central de Frutos en Avellaneda, frente al predio donde se encuentra actualmente la cancha de Racing Club. También luego se realizarían combates, uno de los cuales duro 20 round (12 de agosto de 1916) en el Teatro Roma, que aun se conserva en esa ciudad.
En julio de 1908 un centenar de distinguidos deportistas, entre los que se encontraban Eduardo Naón, César Viale, Jorge Newbery, Carlos Delcasse y Marcelo Peacan del Saar (elegido presidente) fundan el Boxing Club Buenos Aires. Dos años más tarde el Boxing organiza el primer campeonato para distintas categorías. A los pocos años aparecerán los primeros boxeadores profesionales entre los que se encuentra Luis Ángel Firpo, que luego de desarrollar una extensa y exitosa campaña en EE.UU., disputará el título mundial frente a Jack Dempsey en 1923.
Amigo personal del barón Antonio De Marchi, Newbery fue junto a éste uno de los impulsores de la actividad deportiva moderna en nuestro país. Juntos participan de la Asamblea de la fundación del Automóvil Club Argentino el 11 de junio de 1904, en la que eligen presidente a Dalmiro Varela Castex, el primero en tener un auto en nuestro país. También en 1907 funda el Aero Club, que presidía al momento de su muerte.
Luego de aburrirse de volar en el globo “Huracán”, con el cual el 27 de diciembre de 1909, bate un récord de distancia uniendo Buenos Aires y Bagé (Brasil), se dedica a volar aviones.
En 1910 además de participar de las actividades deportivas que se realizaron por el aniversario del Centenario de la Revolución de Mayo, colabora con el perito Francisco Pascasio Moreno en el Congreso Científico Internacional, presidiendo la Comisión de la “Volación”.  Newbery para este congreso redactó un documento clave sobre legislación de la explotación del petróleo argentino. En este mismo congreso el profesor Arsenio Thamier presentó ante la “comisión médica”, un fundamentado trabajo sobre “gimnasia militar”.
Este mismo año había conseguido su brevet de aviador, siendo uno de los primeros en tenerlo en el país. Para 1911, Newbery se compró un avión Blériot, influenciado por el récord de altura conseguido por el mítico aviador francés Roland Garros.
En noviembre de 1912 logra cruzar en su avión el Río de La Plata, en 37 minutos y a 1.600 metros de altura. Por esa época también es uno de los fundadores del Aero Club de Villa Lugano.
En 1913 adquiere en Europa un avión Morane - Saulnier y comienza a urdir ya el cruce de Los Andes, para unir Argentina con Chile. El 25 de mayo de ese año, para festejar el día de la Patria, encabeza la primera flota de aviones que participan de un desfile militar.
Su nombre había adquirido por esa época una fama inusual en el país, a causa de sus hazañas deportivas. Ya se lo conocía como “el primer sportsman criollo”.
Por este motivo en octubre de 1913 en el cabaret Armenonville, la orquesta típica de Roberto Firpo lo homenajea por sus proezas con una velada de gala, interpretando el tango “De pura cepa”, que honra el valor temerario del homenajeado.
Es allí donde Newbery tiene un altercado muy famoso. Cuando va a entrar al cabaret, el “Turco Záncano”, un guapo del ‘900 que había perdido protagonismo entre el malevaje, le hace una zancadilla y cuando éste cae al suelo le dice: “El Niño Jorgito ha batido el récord de bajura”. Newbery se levanta tranquilamente y con una docena de piñas de estilo pugilístico, manda al guapo al hospital. Este episodio inspirará a Celedonio Esteban Flores a escribir el tango “Corrientes y Esmeralda”  que en uno de sus párrafos expresa: “Amainaron guapos junto a tus ochavas, cuando un elegante los calzó de cross...”.
En febrero de 1914 bate el récord mundial de altura con 6.225 metros en su avión Morane mejorado, aunque sólo le homologan 6.110 metros, por cuestiones meteorológicas.
Viaja inmediatamente al viejo continente y durante una cena con varios pilotos de aviación europeos, en la casa de la actriz francesa Gilda Darty, Newbery observa la mesa y pregunta a los concurrentes: “En esta mesa hoy somos trece, ¿quién será el primero en morir?”, es como una premonición; aunque todos los presentes, hombres aventureros y audaces, se reían de la muerte.
En plenos preparativos para cruzar en avión la Cordillera de Los Andes (por su obsesión de aventuras ya la había recorrido a pie y en mula) viaja a Mendoza, para estudiar las condiciones meteorológicas y geográficas de la zona.
Dicen que al salir del hotel donde había almorzado con el gobernador Rufino Ortega y, ante el pedido de un grupo de damas, el domingo (de carnaval) 1º de marzo de 1914, decide mostrar algunas piruetas que había aprendido en su reciente estadía en Europa.
Como no tenía su avión se sube al avión Morane de su amigo Teodoro Fels, junto con Benjamín “Tito” Giménez Lastra y, aunque sabía que el avión se inclinaba de manera inadecuada hacia la izquierda, pues se lo había comentado su dueño, Newbery comienza, pese a todo, a hacer una rutina de acrobacias para su público, que en gran cantidad lo alentaba desde tierra. Al intentar hacer el “looping”, un círculo que el escape del avión dibuja en el aire y en cuya cumbre los pilotos sienten esa experiencia extraordinaria de ver el mundo al revés, terminó en el tirabuzón mortal, que clavó la hélice del Morane contra el suelo de la estancia de “Los Tamarindos”, perdiendo así la vida.
Con toda justicia, Newbery fue considerado, junto a la aviadora Carola Lorenzini,  que también encontró la muerte en forma parecida, como los más altos exponentes de nuestra aviación civil.
El entierro de Newbery se realizó en el cementerio de La Chacarita tras una verdadera peregrinación, según cuentan los diarios de la época, acompañado por 50.000 personas que admiraban al primer ídolo de la era moderna de nuestro país. Belisario Roldán fue el encargado de despedir sus restos expresando: “Ha caído para siempre el que tenía el corazón abierto a todas las emociones puras, y la mano lista para todas las lealtades; el que no necesitó dejar de ser bueno para ser glorioso”.
Podemos decir que Newbery encarnó al primer  “héroe nacional moderno”, como tiempo después lo serían Yrigoyen, Gardel, Evita y Perón, quienes también fueron despedidos con el llanto honesto de su pueblo. Cada vez que el Pueblo llora por uno de sus hijos, es porque se ha ido una persona de bien.
La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires para homenajear al primer sportman de nuestro país, por unanimidad, sancionó el 7 de diciembre del año 1990, la Ordenanza Nº 44.481, por la cual se instituye todos los años el premio “Jorge Newbery” a los mejores deportistas de la Ciudad de Buenos Aires. Y también se creó, dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación, el Instituto Nacional Newberiano en homenaje al impulsor de las actividades aeronáuticas en el país.



 Matemático, telegrafista e inventor, entre otras cosas, de la lámpara incandescente, el sistema telegráfico automático y el fonógrafo. Era llamado el “Mago de Menlo Park” (1847-1931).
 Nació en Buenos Aires el 5 de noviembre de 1887 y falleció el 24 de febrero de 1965. Anchorena como lo había prometido compró 11.000 hectáreas de tierras, cercanas al lugar de descenso en Colonia, donde construyó su estancia “La Barra de San Juan” en la confluencia de los ríos San Juan y de La Plata. Los restos mortales de Aarón, se encuentran enterrados en ese lugar que lo donó en 1963, (1.330 hectáreas) para residencia de descanso del presidente del Uruguay y un paseo público, compuesto de grandes bosques de árboles de todo el mundo, un pequeño puerto, ciervos y una torre donde se puede observar ambos ríos.
 En la década del ’20 se levanta la suspensión de la práctica del boxeo, creándose la Comisión Municipal de Box de la Ciudad de Buenos Aires, por Arsenio Thamier (Director de las Plazas de Ejercicios Físicos) y el intendente municipal, Dr. Joaquín Llambías. Uno de los integrantes de esta primera comisión fue el Dr. Gofredo Grasso, uno de los primeros médicos deportólogos del país.
 Ubicado en Lugano, funcionó hasta 1934, en ese lugar.
 Según por el cual se le daría el nombre al actual club de fútbol de Parque Patricios, del que fue socio y su primer presidente honorario.
 Nombre que se conocía en esa época a la aviación.
 Carolina Elena Lorenzini, nació en el Empalme San Vicente (hoy Alejandro Korn) de la provincia de Buenos Aires, el 15 de agosto de 1899. Fue una de las primeras aviadoras civiles de nuestro país, se mató en una exhibición de alta acrobacia junto a pilotos uruguayas, en el aeródromo de Morón, cuando luego de realizar una pasada rasante al suelo, que hizo agachar al numeroso público presente, su avión se puso en posición invertida para estrellarse, el 23 de noviembre de 1941. Sus amigas expresaron: “Murió en su ley”, ella varias veces les había expresado: “¡Qué jodido debe ser morir en la cama!”. 

los mejores pesos pesados

Paulino Uzcudun e Isidoro Gaztañaga fueron los mejores pesos pesados de la historia del boxeo español. Uzcudun fue tres veces campeón de Europa. Gaztañaga no logró ningún título importante puesto que se cuidó poco, bebió mucho y no se dejó aconsejar.


El boxeo que se practicaba durante los años 20 y 30 se parece poco al que podemos ver hoy en día. Sin embargo, lo que nunca ha cambiado y, seguramente, nunca lo hará, es todo lo que rodea este deporte. Mientras que la técnica deportiva se ha depurado, mientras los materiales y los procesos de entrenamiento sí han evolucionado enormemente, los boxeadores suelen seguir siendo víctimas de lo que les rodea. Personas aprovechadas, gorrones, managers sin escrúpulos. También de su propia ignorancia. Lógicamente, no todos los casos son similares aunque un alto porcentaje de púgiles suelen caer en redes de indeseables que llenan sus arcas a costa de la bondad del boxeador. Es verdad que otros se bastan por sí solos para acabar sin un céntimo, con el cerebro lleno de agujeros y una botella de alcohol en cada mano. Los menos.
El mundo ha cambiado, los deportes han cambiado, los entornos de los deportes en los que se mueve gran cantidad de dinero siguen intactos.
Cuando Paulino Uzcudun comenzaba a boxear, el mundo estaba convirtiéndose en algo muy distinto a lo que había sido hasta ese momento. El boxeo ya era ese lugar de la realidad elegido por muchachos que creían poder hacerse ricos a base de repartir puñetazos sobre un cuadrilátero. Solo algunos de ellos lo conseguían mientras que cientos de ellos recibían como pago una buena dosis de pobreza y daños cerebrales irreversibles. El boxeo era el lugar de la realidad en el que muchos hacían caja convertidos en trituradores de púgiles que se dejaban media vida peleando para nada.
Poco después de que Uzcudun decidiera ser boxeador, otro muchacho guipuzcoano se subía al ring. Su nombre era Isidoro Gaztañaga.
Dos comienzos muy parecidos con dos finales opuestos. De Gaztañaga siempre se habló bien. De Uzcudun no.
Ambos se cuidaban lo justo, ambos fueron gastando lo que ganaban en caprichos, en ostentación, en regalos que daban lustre a sus aventuras amorosas. Uzcudun llego a verse envuelto en el escándalo del estraperlo mientras Gaztañaga iba de burdel en burdel, de depresión en depresión. Fueron amigos antes de convertirse en enemigos absolutos aunque, curiosamente, nunca cruzaron los guantes entre las doce cuerdas. Cuando parecía que se podría organizar una pelea entre los dos algo aparecía y hacía imposible que así fuera. La historia de estos dos deportistas es larga y está llena de matices que hacen del ella un relato intenso y muy, muy, interesante.
Eso es lo que nos presenta Joxemari Iturralde en Golpes de gracia, un libro con tintes históricos y periodísticos en el que nos cuenta la historia de ambos púgiles y que no deja de ser la historia de muchos y el relato de un cambio que afectó al mundo entero.
Desde el París de los años 20, la vida en los caseríos y pueblos vascos durante esa época, hasta la guerra civil y mundial. No entra el autor en detalles aunque sí logra que entendamos a los protagonistas coloreados en el entorno que les toca vivir. El libro, novelado, se divide en 26 capítulos. Cada uno de ellos se llama igual que la mujer que interviene de forma protagonista (en uno de ellos el nombre es doble). En realidad, esas damas fueron las que irían marcando la vida de Uzcudun y Gaztañaga: primeras novias, primeras juergas, relaciones peligrosas, juegos sin solución en las alcobas.
El autor no oculta su preferencia por lo que representó Isidoro Gaztañaga ni su rechazo por lo que terminó siendo Uzcudun. Tampoco oculta su gusto por la forma de entender el mundo del pueblo vasco.
Aunque los personajes principales son Paulino e Isidoro, desfilan por las 162 páginas de Golpes de gracia, otros singulares y, por supuesto, alguno de gran importancia como, por ejemplo, el doctor Ladis Goiti que sirve como hilo conductor del relato.
El libro es muy entretenido y la lectura resulta fácil y amena. Es, en realidad, un relato de trama en la que la carga expresiva no abunda. Los alardes estilísticos son pocos. Pero tampoco parece que sea otra la intención del autor. En ese sentido, la novela es honesta. No hay búsqueda de imágenes que se queden en nada o retórica vacía.Iturralde quiere contar y lo hace con la claridad de la sencillez estilística.
Golpes de gracia es un buen libro para acercarse al boxeo de la época, para entender qué es lo que pasaba por la cabeza de algunos boxeadores, para intuir cómo se desarrolló y lo que supuso la guerra civil española (sin ser el tema principal se pueden ver algunos detalles interesantes).

Boxeo, mujeres y muerte

Heriberto Rojas, Primer “Peso Pesado” del Box Nacional

Para hablar de los comienzos del box debemos remontarnos a fines del siglo XIX, cuando todavía la bahía de Valparaíso estaba poblada de veleros y en sus cubiertas viajaban aventureros, jugadores y una serie de personajes que se movían de un país a otro buscando nuevas formas de vida.
Dicen que el box llegó en esos veleros a nuestro primer puerto, aunque es de justicia decir que por 1880 había algunos militares que ya practicaban esta destreza física en nuestro ejército, claro que lo hacían a mano pelada o cuando mucho con algún vendaje que cubría los nudillos solamente.
Barcos ingleses y norteamericanos trajeron los primeros boxeadores y se recuerda que en la calle Salvador Donoso existía un bodegón conocido como “Skating Ring”, allí tuvo lugar la primera pelea anunciada y con público. Por supuesto no fueron chilenos los contrincantes. Uno era el recio Tom Wilson y su oponente el negro Franck Jones. 150 Personas que pagaron cinco pesos cada una repletaron el local. En el centro de la pista se ubicó un ring, cuyo cuadrilátero fue cubierto con aserrín para proteger a los contendores; un débil chonchón a parafina era toda la iluminación.
Problemas con la policía que quiso impedir el combate obligó a contendientes y espectadores a encerrarse en el local. Como Wilson no se presentara al combate, fue reemplazado por Joe Daly, un inglés trotamundos que traía un buen currículum boxístico de su país natal. Daly ganó la pelea, concediendo días más tarde la revancha en el bodegón del “Huaso González”(actual Plaza O”Higgins). Por esa noche se suspendieron las cuecas y el ponche en culén para dar lugar a un nutrido espectáculo de ganchos y chopazos en que Daly nuevamente resultó vencedor.
Así, el box comenzó a hacerse conocido y en poco tiempo estaba en el gran Santiago donde el público ya lo tenía entre sus deportes favoritos a comienzo del Siglo XX. Junto con Daly destacaba el chileno Juan Budinich, que había peleado en Estados Unidos y donde años más tarde volvió convertido en maestro de box, llegando a ser profesor de este deporte en la misma universidad de Columbia, según recuerdan añejos recortes de diario de la época.
HERIBERTO AL RING
En agosto de 1903 la sexta comisaría de Policía abría un curso de box a cargo del maestro Budinich, entre cuyos integrantes sobresalían claramente los guardianes Juan Concha y Heriberto Rojas, quienes a decir de los policiales de esa unidad iban saliendo tan peines pa’ los puñetes, que en poco tiempo se la iban a ganar al mismo maestro.
Al año siguiente el maestro Budinich inscribió a sus dos pupilos en un gran match de box que se realizó en el Club Atlético, el que funcionaba en lo que hoy es Prat con Alonso Ovalle. En este match se peleaba por primera vez el campeonato de Chile, en el que se había inscrito algunos maestros de box como Horacio Macuer, Ramón Burgos y el maestro Pertuiset.
LOS PRIMEROS CAMPEONES
Luego de los preliminares se dio inicio a la segunda parte con un combate de boxing lightweight, entre Juan Concha y el profesor Horacio Macuer . En los tres primeros asaltos las acciones estaban parejas, pero en el cuarto Concha entró con todo y logró derribar a su rival, adjudicándose la victoria y por lo tanto el título de campeón.
A continuación Rojas subió al ring, pero su contendor el señor Pertuiset, tal vez viendo la recia estampa del colchagüino adujo estar enfermo de un pie y no se presentó al combate. Como correspondía Rojas fue considerado ganador y luego de recibir su premio, desde el ring desafió a cualquier profesional o maestro que quisiera disputarle su título.
TALLA DE CAMPEÓN
Hacia 1905, como se ha dicho, el box era el deporte de moda. A las justas deportivas asistían desde aristócratas de rancios linajes hasta cargadores y carreteros de las inmediaciones del Mapocho, provocando un verdadero delirio entre los asistentes los combates que se realizaban en los diversos ring de la capital.
Poseedor del título nacional de los pesados, Rojas necesitaba demostrar su valía y esto sólo podía hacerlo ante un rival que fuera un boxeador nato. Por tal motivo se le programó un combate con el boxeador de color James Perry, un norteamericano que lo sobrepasaba en peso y estatura, poseedor además de una vieja escuela de box, con un burlesco y desconcertador juego de piernas que le daban el sello de un profesional notable. Además de esas cualidades aventajaba a Rojas en 10 kilos y aunque se contaba con la anuencia del chileno, hubo protestas previas que amenazaban con suspender el combate.
El criollo con una formación reciente y sin mayor experiencia boxística, tenía sin embargo un gran empuje, no en vano había trabajado en las salitreras del
norte antes de entrar a la policía. Con sus 21 años de sana juventud dedicada al deporte; 80 kilos de peso, talla mediana, de vigorosa musculatura, ágil, valiente y de muy firmes piernas, pegaba muy reciamente en los entrenamientos a que lo sometía su entrenador.
Era Rojas un colchagüino de tomo y lomo. Había nacido en Pumanque el 26 de febrero de 1884 y su viaje a la capital fue con el único afán de integrarse a la policía; lo del box fue pura coincidencia, todo ello fruto de la fuerza que demostraba poseer.
ROJAS VS. PERRY
La pelea fue acordada a finish, ya que siendo Rojas el campeón chileno, necesariamente debería haber un vencedor y un vencido.
Eran las cuatro de la tarde con doce minutos del día 13 de agosto de 1905 cuando en el frontón del Club Atlético se oyó el primer “time” del “time-speaker”. Rojas ocupó el centro del ring a cuyo alrededor Perry inició una lenta y tenaz persecución, doblando mucho el tronco, buscando el golpe maestro, formidable, que el público veía venir con angustia. Rojas comienza a castigarle el rostro con la izquierda, con golpes simultáneos, rapidísimos, que hacen brincar al respetable. Perry intenta varios swing, que Rojas esquiva con gran habilidad, situación que provoca molestias a su adversario.
Así transcurren los primeros seis rounds en que Rojas golpeaba directamente a la cara de su rival. En el 7° Perry asesta varios golpes bajos que motivan la intervención del jurado. Esto enardece al público que gritaba y aplaudía de pie al campeón nacional.
La superioridad de rojas se hace evidente en los próximos rounds. Perry no logra conectar sus ganchos al estómago que tan buenos resultados le han dado en otras peleas. En el 12° Perry cae ocho veces a la lona y otras tantas vuelve a levantarse para seguir la acción.
En el 13° Perry sale rehecho de su rincón, pero Rojas lo golpea rudamente y a la primera caída ya apenas mueve la cabeza. Rápidamente su second tira la esponja (como se usaba en esa época), declarándolo derrotado. El público no cabe en sí de alborozo, arrojando dinero y más dinero sobre el ring (común en esos años), mientras Rojas era paseado en hombros en el extenso local.
UN ÍDOLO DEL BOX
A partir de ese momento Rojas pasará a transformarse en un ídolo de la afición; eran los años en que el box tenía seguidores en todas las clases sociales; don Agustín Edwards, conocido hombre de negocios tomaba clases con el profesor Horacio Macuer en su residencia de Viña del Mar y numerosos personajes concurrían periódicamente a las academias de boxeo que funcionaban en Santiago y Valparaíso.
Nuevos encuentros van ratificando la calidad boxística de Rojas, no más de dos por año, ya con mayor experiencia se dedica a dar clases de box.
Según recuerda el desaparecido periodista Renato González –Mr. Huifa- en su libro El Boxeo en Chile, que muy pronto fueron apareciendo rivales de provincia que habían sido declarados campeones locales en sus pueblos y que pretendían conquistar fama venciendo al ídolo Metropolitano. De Concepción, Valparaíso, Talca, Chillán y hasta de Temuco, de donde viajó Pablo Fuentes. Pero ninguno fue rival para el boxeador-policía que los noqueó a todos con facilidad.
Por esos años apareció en la escena nacional un escocés llamado Kid Mitchell, quien antes de medirse con nuestro campeón se jactaba por la prensa que Rojas tendría que vérselas no con un muñeco, sino con hombre en todo el apogeo de sus fuerzas. La pelea se pactó a finish con un premio único de seis mil pesos y en el contrato se estableció que se pelearía bajo las normas del marqués de Queensberry (reglas básicas del boxeo moderno), con guantes de cuatro onzas prohibiéndose terminantemente el uso de vendas, el ring sería de 24 pies y los boxeadores podrían golpearse inmediatamente después del break off. Parece que Mitchell no estaba en todo el apogeo de sus fuerzas porque nuestro campeón terminó con él noqueándolo al 2° round.
CAMPEÓN SUDAMERICANO
Difícil resulta precisar la fecha exacta en que a Rojas se le concede el título de Campeón Sudamericano. Pareciera ser que junto con ganarle a Perry o en alguna pelea posterior se le otorgó el referido título, que con seguridad debe haber ostentado alguno de los boxeadores llegados en esos años al puerto de Valparaíso.
La revista porteña “Sport y Variedades”, en su edición del 2 de noviembre de 1907 consigna un desafío por parte del campeón boer Jorge Wernich, el que solicitando un finish con Rojas dice: Yo he venido desde lejanas tierras a probar mis puños con e titulado Campeón de Sudamérica pero ya va medio mes y el señor Rojas no se digna contestar. En publicaciones posteriores tanto de diarios como de revistas deportivas, se le denomina expresamente como Campeón Sudamericano.
LA PELEA MÁS CORTA
Luego de sus primeros combates, Rojas era ya un hombre de cartel. Los boxeadores foráneos que querían combatir con él tenían que hacer una exhibición previa de sus facultades. Así fueron cayendo en la lid Thomas Dunn, Paddy Mc Carthy, Jack Palmer y el maestro Santiago Jacquier, al que noqueó con una derecha que lo lanzó fuera del ring, dejándolo inconsciente durante varias horas. La Policía debió intervenir, deteniendo a Rojas el que sólo quedo libre una vez repuesto su rival.
El 1° de julio de 1907, Rojas se enfrenta con Charles Kelly en el teatro Arturo Prat. Este finish tuvo como jurados a jóvenes de la más rancia aristocracia criolla, sus nombres: Enrique Matte, Ramón Corbalán, José Balmaceda y Arturo Alessandri Palma, ya político de nota en esa época, Carlos Ward, del mismo grupo fue designado referee. Algunos de estos personajes, derrochando juventud y alegría regularmente asistían a estos encuentros, en los cuales, como en este caso, tenían activa participación.
Sea por la calidad de los jurados o porque Rojas realmente tenía pasta de campeón, el hecho es que Kelly duró sólo 49 segundos, siendo la pelea más corta registrada durante muchos años en los ring nacionales.
Hubo euforia esa noche en el Prat. Rojas subía como la espuma; el jurado en pleno lo invita a comer al Club de La Unión y allí se celebra con toda pompa el magnífico triunfo.
LA PELEA MÁS LARGA
En 1908 llegó a Santiago un norteamericano de muy buena trayectoria llamado Charles Bradley, al que se le pactó un finish con nuestro campeón.
Hasta la tercera vuelta el encuentro se desarrollaba sin muchas variaciones. Mediando el 5° round, Rojas se va encima con todo. Golpea duramente la cara del rival e instantáneamente siente un dolor agudo en la mano que comienza a molestarle bastante, pero sigue en la lucha. Avanza se defiende, no se entrega, golpeando con una mano resiste hasta el round 29°. Ya el dolor era demasiado intenso. Fractura dice el doctor; el abandono obligado le significa su primera derrota. A pesar de que no hubo nocaut, las incidencias del match produjeron desazón entre sus parciales.
Así y todo, Rojas se inscribía en los anales de la historia del deporte nacional como el match de box más largo de todos los que hasta la fecha se han realizado en nuestro país.
Duro era Bradley; pero Rojas ya repuesto de la lesión, pidió la revancha en una pelea que entusiasmó al púbico, demostrndo su clara superioridad sobre el americano, al que noqueo en 18 vueltas.
A Europa
En 1914, acompañado del pugilista Manuel Sánchez, quien más tarde lograría conquistar el título sudamericano de los livianos, Rojas se traslada a Europa con el fin concertar algunos encuentros, lo que no logró, debido a que la Primera Guerra Mundial asolaba al Viejo Continente y sus mejores boxeadores empuñaban los fusiles en los rudos campos de batalla. Para costear los pasajes recibió ayuda de Arturo Alessandri y otros políticos de la época.
UN NUEVO TROPIEZO
En septiembre de 1916, Rojas se enfrenta a Bob Devere. El match se lleva a efecto en un ring que se levantó frente a la Pila del Ganso, concitando el interés de la afición.
No pudo con la capacidad de Devere nuestro campeón. Ya comenzaba a notarse la diferencia de nuestros boxeadores con los del lejano norte. Con este match, Rojas comenzaba a darse cuenta que ya no era el joven de diez años atrás y en lo interior debió haber experimentado que la gloria comenzaba a serle esquiva.
LA ÚLTIMA PELEA
El 20 de abril de 1918, en el Stadium Nacional se efectuó la última pelea oficial de Heriberto Rojas. Convertido en un ídolo por la afición, ésta llenó las aposentadurías. Un servicio especial de coches, autos, carretelas y golondrinas atendió la rápida movilización de los aficionados.
Por su parte la revista “Ring” publicaba los hechos sobresalientes de la pelea y por medio de una pizarra colocada en el Círculo de la Unión (Estado –Plaza de Armas), entregaba las incidencias del match, que le eran transmitidas por teléfono desde el Stadium.
A la pelea (que estuvo a punto de suspenderse por problemas de organización), concurrió un público ávido de ver al Gran Rojas “Rey de los abofeteadores chilenos” como lo llamaba la revista “Deportes”, el ídolo de tantas jornadas de gloria, con el fin de rendirle el tributo de sus simpatías. La lucha fue porfiada y tenaz; su victoria difícil, pero las voces de aliento lo agigantaron, pagando un precio elevadísimo por su triunfo, siendo por ello aclamado con vítores y aplausos.
LA DESPEDIDA OFICIAL
El 18 de mayo de 1918, el teatro circo Independencia se vestía de gala en honor al campeón sudamericano de boxeo Heriberto Rojas, con motivo de su retiro del ring.
Dos derrotas a manos de boxeadores extranjeros y 37 peles ganadas, en una época en que el boxeo se hacía a fuerza de empeño y coraje, donde los entrenamientos tenían lugar unos meses antes del combate y se luchaba sin vendas en los famosos finish, eran el duro bagaje ganado con los puños que exhibía Heriberto Rojas al momento de su retiro.
Luego de una academia a cuatro rounds en su honor por parte de otro grande de esos años, el liviano Manuel Sánchez, con el profesor Carlos Pérez; don Alfonso Reveco, Director de la Federación de Box de Chile, le ofrecía la velada y le daba la despedida oficial.
Acontecido su retiro, Rojas se dedicó a la enseñanza del box, compartiendo roles con el maestro Juan Concha y Amadeo Pellegrini, este último experto en Lucha Romana y Jiu-Jitsu, arte marcial que popularizó en nuestro país.
Cuando Carlos Borcosque filmó la primera película deportiva chilena titulada “Músculo y Cerebro”, Rojas fue llevado a la pantalla, colocándolo al comienzo de la cinta y aunque la crítica dijo que se veía falto del aplauso, fue el gran homenaje que en vida se le rendía al campeón, que con sus 34 años pensaba que todavía tenía un lugar en la enseñanza del boxeo a las nuevas generaciones.
El deportista siguió ejerciendo como profesor de box en los cursos periódicos que efectuaba la Policía de Santiago y más tarde también participó en algunas peleas de lucha romana, que también eran bastante populares en las primeras décadas del siglo XX.